Algo está pasando que, aunque nos estemos acostumbrando, no deja de ser una barbaridad, desde el punto de vista de la eficiencia logística.
Es habitual y ha crecido exponencialmente, durante este largo año de arresto domiciliario, que tengamos, continuamente, a un repartidor, en la puerta de nuestra comunidad, buscando a quién hacer una entrega y que las puertas de nuestras casas sean como la recepción de un mal almacén.
Es habitual también que, nuestra vecina jubilada, sea la recepcionista de todos los vecinos que están ausentes, cuando viene el repartidor. Alguien le pidió el favor el primer día, de que le recogiera un paquete, hasta que él llegara a casa, y hoy, se ha corrido la voz, y se encarga de la recepción y almacenamiento, del edificio. Es oficialmente; pero sin cobrar, la improvisada recepcionista comunal.
Igualmente nos hemos acostumbrado a que, en las horas punta en todas las ciudades, haya miles de furgonetas aparcadas en segunda fila, causando más caos, en el ya de por si caótico tráfico. Estas furgonetas y los repartidores que nos traen paquetes, tienen un coste que nunca lo podríamos pagar, si de verdad se imputase a cada envío. Hoy, toda la cadena de suministro, está soportando este coste y cuando hablamos de él, es como mencionar a “la bicha”. Mientras tanto hacemos, como si ese coste fuera dinero público y como dice la inefable ministra Calvo “el dinero público no es de nadie”.
Ahora, el ayuntamiento de Zaragoza, se postula como laboratorio de pruebas para la distribución urbana de mercancías. Seguro que este ayuntamiento, junto con la DGT tendrán las mejores intenciones; pero cuando el proyecto tiene como objetivo: “mejorar la actividad de reparto de paquetería para conseguir que sea una actividad de cero emisiones, optimizando al mismo tiempo los recorridos de los transportistas y los tiempos de entrega” ¿qué quieren que les diga? Cuando vas a hacer un laboratorio donde ya das por buena la situación actual, no se esperen algo disruptivo.
Dar por bueno que un señor vaya, casa por casa, repartiendo paquetitos, que el coste de esa distribución sea como “dinero público” y que, el impacto urbano y medioambiental, tengamos que asumirlo;me da que no es la mejor opción.
Hace años, en el comité de logística de AECOS, liderado por el gran Enrique Boigues, trabajamos, no buscando solucionar lo que había, que eran camioncitos y furgonetas multireparto, sino partir de cero y rediseñar todo. Dimos una solución rompedora que, se recoge en la recomendación de AECOC sobre TRANSPORTE URBANO DE MERCANCIAS (TUM). De un modo resumido soluciona el problema, yendo a la ciudad con el vehículo más grande posible, en las horas valle, sin repetir manipulaciones de los productos y entregándolo en un punto cercano a los clientes, donde estos puedan ir a recogerlo.
Desde entonces, además, han proliferado todo tipo de medios y puntos de entrega, donde las personas, yendo o viniendo de nuestro desplazamiento habitual, o andando unos pasos que, por cierto, recomiendan encarecidamente los médicos, podemos recoger los paquetes sin ningún problema y durante las 24 horas del día.
Sería más que interesante que, antes de hacer laboratorios y dedicar más “dinero público” a buscar una solución, dando por bueno el problema, los responsables públicos, leyeran la recomendación del TUM de AECOC, seguramente encuentren inspiración, e incluso vean que el problema ya estaba solucionado. Dicen los historiadores que quien desconoce la historia, está condenado a cometer los mismos errores.
Por favor estudien lo que ya hay, que el “dinero público” y todos, especialmente nuestra vecina jubilada/recepcionista, se lo agradeceremos sobremanera.
Autor: José-Ramon Illán, Vocal y Cofundador de RALOG – Red de Ayuda Logística
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