Mi querida Madre, una andaluza despierta y dicharachera, leyó todos los días de su vida; buscaba información y conocimiento y la admiraba por ello. Esto sin embargo no impidió que, llegado el momento en el último piso/departamento que vivimos, con accesorios y aparatos muy innovadores para el momento, no pudiera calentar ni agua. Ella y la cocina de vitrocerámica, con control táctil y no mecánico no lograron entenderse; cuando acertaba a hacerla funcionar, no lograba que subiera la temperatura de las zonas de cocción o como hubiera dicho ella “hornillas”.
Mucho se ha escrito sobre la Tecnología y cómo todo a nuestro alrededor está cambiando. Vemos los cambios no solo en nuestra vida profesional sino también en nuestro día a día y no somos conscientes de que, de nuestra capacidad de gestionar estos cambios y los retos que suponen dependerá nuestra calidad de vida desde todo punto de vista.
El impacto de los avances de la tecnología, en su mayoría para bien, es innegable y, desde que el mundo es mundo, disfrutamos de los beneficios que supone el uso de herramientas que no dejan de evolucionar. En estos tiempos la evolución en la tecnología va a una altísima velocidad y se impone una transformación digital en todos los sectores y a todos los niveles, de modo que, aceptémoslo, debemos abrazar la tecnología; aunque por favor cuidemos de que no se convierta en el abrazo del oso y terminemos estrangulados por nuestras propias invenciones.
Es por ello por lo que, de la misma manera que le dedicamos tiempo (unos pocos minutos) a aprender a usar lo básico de algunas aplicaciones en nuestros teléfonos móviles/celulares; de esa misma manera debemos dedicar tiempo (por supuesto mucho más que minutos) a aprender a usar las herramientas que no solo nos permitirán ejecutar ciertas tareas o acceder a posiciones a las cuales no podríamos aspirar sin ese conocimiento; también nos permitirá interactuar con el resto del mundo, atención DEL MUNDO. Sí, en mayúsculas y resaltado; porque nuestro campo de operaciones es el mundo.
Hay momentos en los que no puedo evitar pensar que, en un futuro, por cierto no muy lejano, los avances tecnológicos me superarán y pronto me veré frente a un gadget (artilugio) que no podré usar, porque simplemente la Tecnología me habrá superado. Ante esa visión, que creo comparto con varios conocidos, me he propuesto que más que preocuparme, esa visión me ayude a mantenerme alerta; y a agudizar el olfato para distinguir entre todo lo que ya existe y lo que habrá en el futuro; para poder con razonable facilidad identificar aquellas habilidades tecnológicas que es imprescindible que domine, las que son necesarias, y las que es bueno conocer y aquellas sin las cuales podré sobrevivir.
Las empresas deben realizar un ejercicio similar y promover en su personal un análisis parecido, esto les permitirá de forma quirúrgica o prácticamente a la medida, elevar los conocimientos y capacidades que su principal activo, el capital humano, requiere para llevar a cabo sus responsabilidades y tareas.
Es clave, en realidad es un asunto de supervivencia, que empresas y personal realicen una evaluación de sus habilidades (duras y blandas) en relación con la tecnología y la transformación digital y llenen con formación los espacios vacíos o incompletos. Las áreas de Supply Chain y el personal que trabaja en ellas, son de las que mayor impacto están experimentando, nos urge implementar estas acciones para asegurar un futuro inclusivo, donde individuo y tecnología signifiquen progreso y bienestar y no lo contrario.
El eje de estas acciones es la formación, transversal y en todos los niveles, si no queremos estar bloqueados como mi Madre frente a la cocina, de esta manera aseguramos que sea una aliada y no una amenaza.
Autor: María Teresa Martínez del Valle; Vicepresidenta de Ralog – Red de Ayuda Logística
No responses yet