“Fue un texto inolvidable del premio nobel de economía Paul Samuelson, para explicarnos la idea del coste de oportunidad”
En economía, el coste de oportunidad designa el coste de la inversión de los recursos disponibles a costa de la mejor inversión alternativa disponible, es decir a que renunciamos cuando hacemos una elección.
“Quien más sufre en una crisis, son los que no jugaron ningún papel en crearla” – J.Stiglitz
A pesar del trágico coste en vidas humanas y en desarrollo económico, el confinamiento provocado por la crisis de la Covid-19, también tiene una derivada positiva para el planeta, porque durante la pandemia se conseguido que la contaminación baje a niveles no registrados en muchos años y que mejore la calidad del aire en grandes ciudades.
Estas mejoras en el medio ambiente son esperanzadoras, pero existe el riesgo de que una rápida recuperación económica afecte de nuevo a las preocupaciones ambientales. A pesar de los negacionistas y radicales del TL2 “too litle, too late”, no debemos seguir con una actitud temeraria ante el cambio climático y continuar en el “business as usual”, porque ya no volverá a ser así.
La puesta en marcha de los acuerdos sobre el clima alcanzados en la Conferencia del Clima de Paris 2015 están retrasados y se han pospuesto nuevas iniciativas políticas que afectan a situaciones que pudieran ser irreversibles en el medio plazo.
Sin duda los gobiernos y los líderes mundiales ahora tienen su atención enfocada en la crisis del momento, la pandemia de la Covid-19.
Escoger la opción con mayor relación coste beneficio, dentro de las complejidades actuales, puede dificultar la aplicación de otros criterios. Sin embargo y a pesar de la importancia del momento, muchos líderes empresariales creen que el camino hacia la recuperación también ofrece una gran oportunidad para poner en contexto, las buenas prácticas de sostenibilidad.
El nacimiento de la mal llamada “nueva normalidad económica” está más que nunca en nuestras propias manos ya que a medida que tomamos acciones para recuperar y reconstruir la salud y la economía, también tenemos una oportunidad y una obligación con el medio ambiente, la sostenibilidad y todo aquello que implique responsabilidad social y ética profesional.
El foco a través del cual nos vemos obligados a tomar medidas urgentes ahora, debería garantizar en todo momento que la prisa por resolver una emergencia no debe acelerar la aparición de otra.
En estos momentos críticos donde el debate en Europa se centra en fijar y repartir los fondos necesarios para paliar los efectos económicos de la crisis, porque existe un riesgo real de que nuestras vidas y nuestros medios de vida, sufran daños permanentes y posiblemente irreversibles.
Sin duda alguna, debemos tomar medidas para controlar la propagación del virus y salvar vidas de forma univoca, pero también debemos tomar medidas para proteger nuestros medios de vida, y el futuro de nuestros hijos.
Como dijo recientemente un líder europeo, nuestra capacidad de superar esta crisis y las venideras dependerá principalmente del comportamiento social de cada uno de nosotros.
Entonces la pregunta es: ¿debemos seguir en el dilema de los cañones y la mantequilla? o, por el contrario, ¿debemos romper con el dilema?, para que podamos trabajar lo suficientemente rápido en todos los protocolos, y obtener la aceptación social de cada uno de ellos y ponerlos en marcha y cumplirlos.
De ser así, deberíamos poder controlar el virus, suavizar la inevitable crisis económica a niveles sostenibles y salvaguardar nuestras vidas y medios de vida de ahora y del futuro. Porque en cierto modo, ambas crisis, la Covid-19 y el cambio climático tienen aspectos similares; son globales porque afectan a todo el planeta, son crisis de largo plazo, son irreversibles y están llenas de incertidumbres.
¡Esta decisión, es un imperativo de nuestro tiempo para ayudar a las generaciones futuras, porque ahora, es tiempo, de poner a las personas primero!
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