“La sostenibilidad trata de cuidar los recursos, las personas y la economía”
Es innegable que cada vez hay una mayor conciencia a nivel individual en lo referente a la necesidad de proteger el medioambiente “think Global, act local” y que la conciencia ecológica cada vez está más presente en nuestras vidas y en nuestras acciones.
Sin embargo, una vez más, la pandemia ha trastocado al menos en parte, algunas prioridades de esta emergente mentalidad, relegándola en algunos casos a un segundo plano para dar más importancia en estos momentos a la protección de la salud.
Por poner algunos ejemplos del sector de mi experiencia, como es el sector de hostelería y restauración, muchos establecimientos que se subieron antes de la pandemia a tren de la ecología y de los distintivos eco, bien por convencimiento, bien por marketing han tenido que “recalcular su itinerario” para poder mantener este frágil equilibrio entre ecología/sostenibilidad y protección de la salud o más bien cumplimiento de las normas de obligado cumplimiento impuestas para la protección de la salud
Ejemplo 1 en Hoteles
Productos de higiene personal (gel, champú, jabón) individuales vs productos a granel.
Desde el punto de vista ecológico, los establecimientos que desean obtener un certificado eco deben hacer lo posible por reducir al máximo los productos individuales en favor de productos a granel o de varios usos, como es el caso de los botecitos de champú, gel incluso crema hidratante.
Desde el punto de vista del cumplimiento de las normas anti-COVID, lo que se propone es el uso de productos individuales de un solo uso para reducir el riesgo de contagio.
Ejemplo 2 en Restaurantes
Los productos monodosis vs productos de uso comunitario en restaurantes
Hace ya algún tiempo, la industria del aceite de oliva inició una especie de cruzada para garantizar la calidad del aceite que se servía en los bares y restaurantes, que hasta entonces se servía en aceiteras rellenables sin que el cliente pudiera saber qué tipo de aceite iba a consumir, ni de qué calidad etc. Esto culminó con un decreto, respaldado por la Unión Europea en 2014 https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2013-12006 por el que se prohibía el uso de aceiteras rellenables, alegando además razones de higiene para no utilizar este tipo de recipientes.
Aunque el decreto sólo afectaba al aceite, en poco tiempo, la práctica de la monodosis de plástico se extendió al vinagre, a la sal, a la pimienta y a cualquier otro aliño susceptible de ser servido al cliente en monodosis, llenando así las mesas de los restaurantes de pequeños envases de plástico y papel y generando además de un sobrecoste al establecimiento, una enorme cantidad de desperdicio, qué en la inmensa mayoría de los casos, ni siquiera se recicla.
Los establecimientos que desean aplicar una política “ecofriendly” encuentran aquí un problema de difícil solución, y mucho más ahora en tiempos de pandemia, donde nadie quiere tocar donde otro ha tocado. Las posibles soluciones son: monodosis de cristal (con el enorme sobre coste que lleva por el material y la posterior manipulación para su reciclaje) o desinfectar la botella cada vez que un cliente la utiliza (tarea imposible de garantizar, pues depende del compromiso y el buen hacer del empleado de turno)
Ejemplo 3 En Bares y Restaurantes
Las famosas cartas digitales y los códigos QR
Algo que ha traído la pandemia a todos los sectores de la economía es la digitalización en mayor o menor medida. Hasta el 14 de marzo de 2020, los códigos QR tenían un uso bastante restringido, y casi eran algo de los “frikis” de la tecnología.
Desde hace un año, hasta el pequeño bar de la esquina, cuyo propietario es un señor mayor a punto de jubilarse, ha tenido que integrar en su vida una curva de aprendizaje de tecnología y digitalización básicos para poder seguir viviendo.
Creo que, a día de hoy, prácticamente todos los establecimientos han conseguido generar un código QR para su oferta gastronómica (lo cual implica tener también al menos una página web o una red Facebook donde colocar dicha oferta). Sin embargo, es aún muy reducido el número de clientes que hacen uso de esta tecnología, lo cual obliga al establecimiento a tener una opción o plan B, que en la mayoría de los casos significa imprimir para cada cliente un menú de un solo uso (con el despilfarro de papel que eso genera), o dedicar recursos del personal a desinfectar la carta única, cada vez que se le ofrece a un cliente (con el despilfarro de tiempo que eso conlleva).
En definitiva, el ya antes difícil equilibrio entre ecología y rentabilidad se ha visto aún más comprometido en estos tiempos al incluirse una nueva variable en la ecuación, la protección de la salud.
Debemos recordar que, el desarrollo sostenible que impulsa la ONU es, en pocas palabras, buscar un equilibrio entre la protección al medio ambiente y el progreso económico y social de las personas; por lo tanto, es necesario equilibrar ambas si se quiere alcanzar los objetivos.
Autora: Helena Galiana, directora del centro de formación y negocios El Prado de las Merinas de Caleruega y cofundadora de RALOG – Red Ayuda Logística
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