Durante la primera ola de la pandemia, la logística fue declarada “servicio esencial”. Eso nos permitió que lo poco que funcionaba pudiera ser abastecido, especialmente las tiendas de productos de primera necesidad y evitamos que, al encierro, se le uniera el pánico por el desabastecimiento y el caos.
Nos animaron a aplaudir a sanitarios, cuerpos de seguridad, fuerzas armadas… y el personal de tiendas y logística, que también se jugaban la vida, sin protección y sin información, han estado al pie del cañón, día tras día.
Cerraron los restaurantes y los camioneros tuvieron que buscarse la vida y quedarse por las carreteras, más tirados de lo que ya estaban. Cerraron el canal de la Mancha, hemos tenido temporales de nieve como no se conocían y la logística ha seguido funcionando con “normalidad”.
El presidente anunciador, anunció una campaña de vacunación más propia del “un mundo feliz”; pero, una vez más, la verdad, que es muy tozuda, ha demostrado que era sólo ruido. A falta de Las Fallas, tenemos fuegos artificiales.
En la última versión del calendario de vacunación contra el COVID nos han ordenado por edades, por dolencias, por profesiones… Adaptado a cada comunidad autónoma y ¡oh sorpresa! El personal de logística no aparece por ningún sitio, ¿no éramos esenciales?
El último guantazo, por ahora, es que en el RDL de “medidas extraordinarias de apoyo a la solvencia empresarial en respuesta a la pandemia de la COVID-19”, otra vez, por nombres grandilocuentes que no quede. En esta póstuma ayuda, que llega en muchos casos, para pagar el sepelio empresarial, otra vez, la logística se queda fuera, incluso la logística que trabaja para hostelería, restauración, transporte aéreo, autobuses…
Hubiera sido interesante que, los que gestionan el dinero público, acertaran alguna vez y cuando nos dan el título de servicio esencial; pero no va acompañado de nada más, es como lo que dicen en mi pueblo “Don sin din, capullos en latín”.
Autor; Jose Ramón Illán, vocal y cofundador de RALOG – Red Ayuda Logística
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