La semana pasada hablé con un amigo transportista y me decía, desesperado y con la ironía del ahorcado, que está pensando en quemar su camión, así cobrará algo del seguro. Apenas trabaja y con las subidas de impuestos y del diésel, que van a aprobar, es “la tapa de su ataúd”.
Este gobierno que ha planificado otra subida al diésel ¿es consciente de la imposibilidad de repercutir esa subida a los clientes?, nunca se ha podido hacer, a pesar de tensiones y huelgas. Mucho menos en esta situación de destrucción de la demanda y exceso de oferta de transporte.
Ayer domingo, estuve hablando con una amiga que tiene un restaurante, el viernes noche publicaron nuevas restricciones que se aplican el mismo sábado por la noche. Me decía que, además de la ruina que viene arrastrando, ha tenido que cancelar reservas ya que “a traición” les han pasado del 50% al 30% de aforo durante el mismo fin de semana. Imagina que encima de que nadie sale, tenía reservas hechas desde hace días y les ha tenido que llamar para cancelarlas. Va a cerrar este mes, seguramente definitivamente. Tenía 10 trabajadores y ahora está ella y sus dos hijas.
Esta mañana, hablando con el chapista de coches de mi pueblo, me dice que en febrero eran 8 trabajadores, ahora sólo 2 y está pensando en cerrar, porque no saben “qué nueva puñalada les van a dar”.
Las caras de tristeza y desesperación, de cada uno de ellos, sólo se disimula por la maldita mascarilla.
Decía Stalin que “un muerto es una tragedia y un millón de muertos es una estadística”
Ahora la estadística:
Cien mil bares y restaurantes echarán el cierre este año. Las asociaciones de transportistas anuncian que el transporte de mercancías por carretera caerá este año más de un 20%. La caída del transporte de pasajeros ha caído desde el 50% a más del 90% según los sectores.
Estos porcentajes son similares dentro de la actividad logística, aunque la fiesta vaya por barrios, unos como la distribución agroalimentaria van salvando los muebles y otros, como los que atienden la restauración o los aeropuertos, prácticamente han cesado la actividad.
Mientras, los que deberían dar alguna solución, se dedican a planificar subidas de impuestos, subirse el sueldo, eliminar el español de la educación o la última perla, crear un ministerio de la verdad, como en la novela 1984 de Orwel.
Es tal su desconexión del mundo real y su falta de empatía que escandaliza y da repugnancia.
Como empresas, antes de echar el cerrojazo, debemos exigir, con todas nuestras fuerzas, que dejen de ahogarnos.
Hay dos formas:
a) No sean el centro del universo, dejen de hablar de ustedes, de sus privilegios y de sus chanchullos. Den seguridad jurídica, no pueden estar cambiando las reglas de juego, continuamente, durante el partido.
b) Sean sostenibles, gasten hasta donde puedan pagar y no nos hagan pagar a los demás su nefasta gestión. Ustedes están secando la fuente. DEJEN DE AHOGARNOS.
Autor: Jose Ramón Illán, vocal en RALOG – Red de Ayuda Logística
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